Con mucha facilidad el mundo y sus atractivos fascinan nuestros apetitos y pasiones hasta el punto que nos duermen y alejan de nuestro Padre Dios. Es necesario estar bien despierto, reflexionar y no dejar de luchar ante tanta tentación, seducción y formas de embaucarnos, convencernos y, aparentemente, presentarnos un paraíso falso que como un espejismo desaparece cuando quedamos atrapados por sus garras.
Esa va a ser la tónica y la constante de nuestro camino que nos perseguirá en cada momento de nuestra vida. Y no hay otra alternativa ni otro camino. La batalla está planteada desde muy pronto y será el día a día lo que vaya determinando mi proximidad o alejamiento de mi Padre Dios. Por tanto, se hace necesario plantearme una estrategia que me ayude a sostenerme activo, despierto y diligente ante las ofertas del mundo. La batalla está planteada, el mundo o Dios.
Y nos toca a nosotros decidir, pues, el Señor nos ha dado esa capacidad y voluntad para hacer la elección. No quiere que nos sintamos obligados, sino que decidamos libremente y por amor. Claro, nos será muy necesario contar con la Gracia del Dios en el auxilio del Espíritu Santo. Para ello, necesitamos las armas de la oración, la Eucaristía dominical o lo más frecuente que podamos, la reflexión a la luz del Espíritu Santo y la cercanía de la comunidad parroquial o grupos donde compartir.
Unas armas para usarlas en medio de la vorágine del mundo, demonio y carne, peligros y amenazas que están al acecho y pendientes de nuestras debilidades y caídas. Necesitamos el auxilio y fortalece del Espíritu Santo para superar todas esas adversidades y ataques de quienes buscan nuestra caída y abandono.
Señor, te pedimos que nuestra primera opción seas siempre Tú y estar a tu lado. Todo lo demás, aunque necesario para nuestra vida, que quede subordinado a tu Voluntad. Amén.