Lo sabemos y lo experimentamos cuando lo vivimos. Todos tenemos experiencias del gozo que sentimos cuando hacemos una buena obra. Todos hemos experimentados la alegría y el regocijo de sentirnos bien, satisfechos y plenos interiormente cuando nuestro corazón nos dice que hemos hecho lo que debíamos hacer. Independientemente del resultado.
Pero, a pesar de esas experiencias nos cuesta comprometernos y molestarnos por ayudar a aquellos que sufren y lo pasan mal. Es una lucha interna que se establece a cada momento en mi interior. Una lucha entre el bien y el mal; entre la comodidad y la diligencia; entre la humildad y la soberbia; entre la caridad y la avaricia; entre la castidad y la lujuria; entre la ira y la templanza; entre el amor y la envidia. Una constante lucha que debemos librar confiados en el Señor y en la asistencia y auxilio del Espíritu Santo.
Una lucha por vivir en su Palabra y en el esfuerzo diario por entrar por la puerta estrecha. Esa puerta del amor de la que nos habla Jesús. Y reconocemos y sabemos lo pequeño y débil que somos y lo mucho que te necesitamos, Señor. Sin Ti nada podemos hacer. Y es eso lo que hoy te pedimos desde este rincón de oración, que nos mantengamos siempre atentos a tu Palabra y en la actitud del constante esfuerzo por vivirla y transmitirla.
Danos, Señor, paciencia y perseverancia, a pesar de nuestros errores y pecados y que nuestras obras no sean lo buenas que deseamos ni den los frutos apetecidos. En tus Manos, Señor, las ponemos. Ayúdanos a soportar los defectos del prójimo y a perfeccionar los nuestros para que no sean carga para los demás. Danos, Señor, la preocupación constante de esforzarnos para entrar por la puerta estrecha que Tú nos señalas, porque detrás de ella está nuestro gozo y nuestra plena felicidad eterna.
Y, sobre todo, Señor, a escucharte y discernir, a la luz del Espíritu santo, tu Palabra, para conocerla bien y llevarla plenamente a cumplimiento. Amén.
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