En este mundo tener éxito es ser más fuerte, poderoso, rico e influyente que los demás. En eso están interesados todos o casi todos. Sólo hay que mirar las colas en la venta de cupones de la Once, loterías y otros. Todos están pensando en el sorteo y en ser más ricos y más importantes. La importancia y el éxito depende mucho de la riqueza y el poder.
Es, pues, de sentido común y lógico que los discípulos de Jesús estuviesen pensando en eso. Todos querían ocupar los primeros puestos. Es decir, ser los más importantes. Posiblemente, tú y también yo deseemos lo mismo, pero Jesús, el Señor, piensa de otra forma. El primer puesto empieza por abajo, por ser el último y por estar dispuesto a servir a todos. Los primeros puestos son para los que ocupan los últimos, pero no por orden de lugar y por quedarse para atrás, sino porque son los primeros, esa es la paradoja, en servir y en estar pendientes de ayudar a todos. Y en quedarse al final sin nada o ser el último en tomar lo que todos desean.
Y, realmente, es eso lo que todos valoramos. Tenemos experiencias de destacar a aquellas personas que vemos que entregan sus vidas por los demás. Eso nos gusta y comprendemos que es de gran importancia y valor. ¿No te gustaría ser así? Supongo que sí, al menos a mí me gustaría.
Por eso, desde este humilde rincón, elevamos nuestra plegaria para pedirle al Señor el don de la entrega, del servicio y de la humildad. Danos, Señor, la paciencia, la fortaleza, la sabiduría y la paz de saber estar en todo momento y de estar dispuesto a la disponibilidad en el servicio por amor en el esfuerzo de imitarte. Gracias, Señor, por todo eso, porque sabemos que nos escucha y no los concederá. Confiamos y esperamos en Ti, Señor. Amén.
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