No merezco la salvación, Señor, porque soy un pecador. Nunca haré méritos para merecerla y si la recibo es por tu Infinita Misericordia. Por eso, no salen de mis labios otras palabras que dar gracias y gracias por tanta misericordia. Misericordia que no llego nunca a comprender, pero que me descubre a un Padre de Infinita Bondad que me salva y está comprometido por amor.
Yo, Señor, quiero mejorar hasta el punto de dar frutos, y experimento en mi camino mi fragilidad. Soy pecador y caigo, y si me levanto, Señor, es por tu Gracia y tu Amor. Necesito tus Manos para levantarme y caminar. Y, también, tu Infinita Misericordia, porque sin ella me es imposible salvarme. No encuentro otra palabra mejor gracias, Señor.
Gracias por la vida; gracias por la fe; gracias por la fortaleza y sabiduría para dejarme invadir por la Gracia del Espíritu Santo. Gracias, Señor, por tu Misericordia.
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