Se necesita ser pequeño, y pequeño es hacerse niño, es decir, humilde y disponible a aprender. Sin humildad no se puede aprender, pues, considerándote grande y a la altura de tu padre, ¿cómo vas a recibir lecciones y enseñanzas de ellos? Ser niño es estar abierto a las enseñanzas de los que saben más que tú y, amándote, te enseñan humildemente.
Y esa actitud de pequeño, de niño, que representa la obediencia y lo más pequeño y dependiente, es la que tenemos que tener respecto a nuestro Padre Dios. Él es el Padre Bueno que nos ama y nos ha dado a su Unigénito para rescatarnos del pecado y de la ignorancia. Él nos da la sabiduría que nos alumbra el único y verdadero camino que nos conduce a la Vida Eterna.
Por eso, desde esa pequeñez le pedimos humildemente que nos dé la sabiduría de llegar a Él y que tengamos la fe y la confianza de descansar en sus brazos, porque de Él nace toda sabiduría y todo descanso. Pidamos al Señor que nos dé ese descanso y esa paz que nace de la verdadera humildad de reconocernos pequeños, pecadores y necesitados de su Palabra y de su Misericordia.
Pidamos, al Señor, que nos alumbre el camino y que nos dé fortaleza y voluntad para escuchar su Palabra y entenderla, no para conocerla simplemente, sino para llevarla a la vida y vivirla con la fuerza y el auxilio del Espíritu Santo. Amén.
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