La fe no es cuestión de unas prácticas o cumplimientos. Eso no testimonia nada, al menos con la certeza de confesarte creyente. Sí, deja entrever que hay síntoma de ser religioso y practicante y de que, se supone, tienes fe. Pero la fe se constata en el desprendimiento, en el despojo y en la entrega, por encima de todo, al servicio y al amor. Porque, es él, el amor, el que te lleva a darlo todo hasta el extremo. Tal y como hizo Jesús.
La medida de la fe se constata por los actos de amor que estás dispuesto a dar, y eso no es tan fácil de hacer ni de dar, ni tampoco está en nuestras manos. Se trata de ponernos en Manos de quien puede hacer y transformar nuestros actos, pobres y pecadores, en verdadero actos de amor. Necesitamos, más que cumplir, rezar. Porque, rezando y dejándonos dirigir, el Espíritu Santo transformará todo nuestro sentir, querer y obrar. No somos nosotros los que hacemos, ni siquiera rezamos. Es el Espíritu Santo quien hace todo por nosotros. Para eso ha venido y nos acompaña.
Ahora, la cuestión está en conectar con Él. La cuestión consiste en poner nuestra oración en sus Manos y dejarnos conducir por Él. No me preguntes como hacerlo, porque yo también intento, como tú, buscarle y ponerme en sus Manos. Hay que silenciar todo nuestro interior, apartarnos de los ruidos de este mundo y tratar de ponernos en sintonía con Él. Dejarnos tomar por Él y seguir sus instrucciones. Es el Espíritu Santo quien nos empujará y nos transformará.
Incluso, nos dictará nuestra oración, porque no sabemos ni orar ni pedir. Al menos yo, y lo confieso. Porque, no sé cómo hacer ni qué hacer. Trataré de callarme y escuchar. Insistir en escuchar su oración y tratar de seguirle. Él me llevará por el camino que Jesús quiere y por el que me llama. Él me dará las fuerzas y la voluntad para desprenderme de todo aquello que me impide actuar como Jesús me dice. Él me dará las fuerzas para dejar todo lo que me estorba y me dificultad en la tarea de entregarme a la tarea de servir y proclamar el Evangelio según me envía el Señor. Amén.