No es fácil creer a alguien que te habla de morir y resucitar. No es nada fácil, hasta el punto que la vida te lo va demostrando al descubrirte que muchos, bastantes muchos, se resisten a creerselo. Incluso, sus propios amigos, que le acompañaron durante tres años y presenciaron sus Obras y escucharon sus Palabras, no entendían nada y les costó mucho comprenderle.
Y, añadido a todo eso, el mundo en el que vivimos. Un mundo lleno de tentaciones, de suculentas ofertas y sugerentes propósitos. Un mundo hecho para seducirte y engañarte; un mundo donde todo parece atraerte y prometerte felicidad y dicha; un mundo donde tú eres el centro y todo gira a tu derredor y en pos de ti; un mundo pasional, atractivo y apropiado para triunfar y alcanzar éxito. Un mundo hecho a tu medida, pero que nunca llegas a tocar porque, como un espejismo, se desase en poco tiempo y su destino es la caducidad.
En todo ese contexto, Jesús de Nazaret, un aparente hombre sencillo, lleno de vida y de esperanza, te habla de forma inigualable, con una autoridad que sorprende y que cautiva, de la Vida Eterna. Del triunfo de la Vida sobre la muerte, y del gozo de vivir en el Amor pleno eternamente. Y, no sólo te habla, sino que te ofrece esa oportunidad de que tú también goces de esa promesa y ese regalo. Es más, te confiesa que ha venido expresamente a beso, a darte Vida Eterna junto a su Padre.
Imposible creerlo. Es mucho para el hombre despistado y ensimismado con la basura de este mundo. Porque comparado con lo que te habla Jesús, aquí abajo no hay sino basura disfrazada de piedras preciosas. Pero, Jesús, no se queda sólo en Palabras, sino que hace Obras, te lo demuestra, y en nombre de su Padre, cura, da de comer , resucita y es Resucitado por su Padre de la muerte que le han dado los hombres que se resisten a escucharle.
Y, eso no lo dice nadie, sino que Él mismo te lo explica: En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos iban caminando por Galilea, pero Él no quería que se supiera. Iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará».
Y mil novecientas ochenta y tres años después, aproximadamente, estamos experimentando que todo eso, tal como lo había dicho Jesús, ha sucedido. Pero, nosotros, hombres tan inteligentes, seguimos, muchos, sin creernoslo. Pero hoy, ya no podemos más Señor, vamos a romper una lanza y a pedir por todos los que siguen negándote y se resiste a creerte.
Sí, Padre, te pedimos por los que están alejados, por los que todavía no te conocen, por los que todavía no quieren oír hablar de Ti, y por tantos, como nosotros mismos, que, estando a tu lado, estamos más cerca del hermano mayor del pródigo (Lc15, 11-32) que de la hemorroisa (Mc 5, 25-34). Danos, Señor, la Gracia de comprenderte y de convertirnos, como los apóstoles, en fieles seguidores capaces de vivir en tu Palabra e imitar tu Vida. Amén.