Es posible que no encontremos al Señor en Belén ni en un pesebre como sí lo encontraron aquellos pastores. Es posible que tampoco esté María y José, pero Jesús, Aquel Niño nacido en Belén sí está entre nosotros y nos ha dejado su Palabra, que es todo lo que necesitamos para encontrarle y encontrarnos con los demás para anunciarle el nacimiento del Niño Dios.
Una Palabra que nos revela su nacimiento, su pesebre y su salvación. Una Palabra que nos fortalece, nos anima, nos llena de sabiduría y nos basta para alcanzar nuestro más alto destino. Una Palabra que nos perdona, nos santifica, nos consuela y nos perdona en su Infinita Misericordia. Una Palabra que la encontramos en la oración que el mismo Jesús nos enseñó y en la que se nos revela y señala el camino y estilo de vida a seguir. Una Palabra que nos enseña a orar y en donde encontramos al Señor y establecemos un diálogo profundo, amistoso, misericordioso y amoroso. Una Palabra que nos salva y nos da la Vida Eterna.
Pidamos esa sabiduría de acoger y creer en la Palabra encarnada en el Hijo de Dios. Que ha venido a este mundo, enviado por el Padre, para anunciarnos su propuesta de Amor Misericordioso y la entrega de su Vida para rescatarnos de nuestros pecados y alcanzar el perdón misericordioso del Padre por los méritos de su Pasión y Muerte.
No malgastemos el tiempo y corramos como los pastores, confiados y obedientes, inocentes ante el Misterio de la encarnación y el cual no podemos entender, pero sí creer. Porque, Dios nos ha dado muchas razones, entre ellas y la mayor, la Resurrección de su Hijo tras su Muerte, para que creamos y para Gloria de Dios Padre. Amén.
¡FELIZ AÑO NUEVO!
No hay comentarios:
Publicar un comentario