Yo, Señor, sigo el camino que Juan me ha señalado. Yo, arrepentido de todos mis pecados y de tantos rechazos, me postro ante Ti, Dios mío, y me sumerjo en tu Infinita misericordia que por tu inmenso amor me ofreces, sin merecerlo, gratuitamente. Soy también consciente de mis debilidades y de mis torpezas. Me siento aprisionado en mi nataruleza humana sujeta a tantas apetencias y debilidades que me vencen y me limitan mi libertad. Y me someten haciendo lo que no quiero y dejando de hacer lo que quiero.
Ante Ti, Señor, vengo aleccionado por Juan, en actitud de arrepentimiento y con deseos de encontrarme contigo para, liberado en Ti, hacer la Voluntad del Padre que Tú me anuncias y me revelas. Pero, Señor, han pasado muchos años de mi vida, y te doy gracias por ello, pero, presiento mi debilidad y fragilidad ante las tentaciones de este mundo que te da la espalda. Y tengo miedo que pueda, como le ocurrió a Pedro en los momentos de tu Pasión, abandonarte.
Por todo ello, Señor, quiero pedirte que llenes de tu Fortaleza y de tu Gracia mi pobre naturaleza humana, herida y tocada por el pecado. Pedirte, Señor, que me sienta fuerte y firme ante las tentaciones que el príncipe de este mundo me pone delante. Pedirte, Dios mío, la sabiduría de saber siempre discernir y elegir la Palabra que Tú me ofreces y me revelas ante todo lo que el mundo me pone a mis pies.
Sé, Señor, que seguirte no es nada fácil y que el camino es duro. Esa es mi lucha y la lucha de todos aquellos que queremos seguirte. Danos la alegría de descubrir cada día el valor de tu Palabra y el gozo de dar amor a los que realmente lo necesitan. Porque, esa felicidad que buscamos no está en las cosas que el mundo nos ofrece y con las que quiere engañarnos, sino en vivir el amor de darnos a aquellos que sufren y necesitan alivio y descubrirles que Tú les amas y quieres darles el gozo y la eternidad plena. Amén.
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