La promesa está ofrecida y realizada. Jesús, el Señor, nos ha asegurado que vendrá de nuevo para establecer definitivamente y eternamente el Reino de Dios. Sabemos que su Palabra siempre tiene cumplimiento. Por tanto, tanto tú como yo debemos, por nuestro propio bien e interés, estar vigilantes y preparados. Eso es lo que nos viene a decir Jesús en el Evangelio de hoy.
Sabemos de nuestras debilidades y de nuestros pecados. Reconocemos nuestras inclinaciones concupiscentes a las seducciones de este mundo y, en consecuencia debemos y tenemos que estar vigilantes. Por eso y para eso, conscientes de nuestras debilidades e impotencia, te pedimos, Señor, tu Gracia y la asistencia y auxilio del Espíritu Santo para resistirnos y superar todos los obstáculos y contratiempos con los que, Satanás, tratará de desviarnos, y entretenernos para que bajemos nuestra vigilancia y no estemos preparados a tu venida.
Danos, Señor, la Gracia de vivir en esperanza y permanente espera de tu venida en actitud de darnos por amor. Ese amor que Tú nos has dado y enseñado entregarlo, por tu Gracia, a los demás. Amén.