Señor, cuando te llamo, vienes a mi lado: Tú eres mi fortaleza, mi paz. En tu confianza me refugio en los momentos de desaliento.
Cuando la soledad es grande, a pesar de todo lo que me rodea, Tú eres mi único consuelo: el amigo fiel que nunca abandona. Te siento en mi tristeza y te siento en mi alegría.
Me enreda el ambiente, me arrastra con sus redes. Y me olvido de ti, y de nuevo me siento abatido y vacio. ¿Quién o qué cosa llenará mi vida? Y en este silencio me doy cuenta de que TÚ eres mi respuesta.
Gracias Señor, por esos brazos siempre abiertos que me tiendes. Gracias por tu perdón. Gracias por ese saber que siempre estás cerca. Sólo en ti encuentro sentido a la vida. Amén
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