No es fácil caminar siguiendo al Señor. Hay momentos que no tienes tiempo para el descanso y el cansancio, agobio y estrés te abaten y te derrotan. La tarea es inmensa, nunca se acaba y siempre necesita obreros que la atiendan. La mies es mucha y los obreros pocos - Mt 9, 35-38 -. Sin embargo, el mayor descanso es la satisfacción del deber cumplido.
El Evangelio de hoy nos plantea una de esas situaciones que en muchos momentos de nuestra vida se nos presentan. Momentos que nos retiramos a descansar y, ¡verdaderamente lo necesitamos!, pero que otras circunstancias prioritarias requieren nuestra presencia e interrumpen nuestro descanso. Así leemos: En aquel tiempo, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco». Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse...
Vivimos unos momentos muy delicados y las circunstancias nos invitan a la fraternidad y a la vigilancia de estar pendiente del servicio y de la asistencia al necesitado. Estos tiempos de pandemia nos exigen dejar de lado las fiestas y ocios que, precisamente, no nos sirven de descanso sino de estrés y de agobio y de más cansancio. La ironía es que luego, después de la fiesta, es cuando más cansados estamos y más necesitamos el descanso.
Te pedimos, Señor, fortaleza para seguir tu camino y para, injertado en el Espíritu Santo - recibido en nuestro bautismo - superar todos esos momentos de debilidad, de cansancio, de estrés y de agobio que el propio camino y sus circunstancias nos presentan. En Ti, Señor, ponemos toda nuestra esperanza. Amén.