Los problemas me agobian y me abaten. No podría soportarlos si Tú, Señor, no estuvieses ahí, junto a mí, y dispuesto a aliviarme y a levantarme de la fatiga y el cansancio. Se me hace imposible de entenderlo sin tu presencia. ¿Qué sería de mí si Tú, Señor, no estuvieses ahí dispuesto a acogerme, a escucharme, a darme fuerzas, a comprenderme, a perdonarme. ¿A dónde iría?
Sólo brotan de mis labios palabras de agradecimiento y de amor. Muchas veces no consigo descansar y me pregunto donde he fallado, porque Tú, Señor no eres sino descanso y paz. Posiblemente, cuando dejo que mi corazón se llene de cosas de este mundo, ambiciones y bienes; poderes y riquezas, y todo aquello que lo contamina, pierdo la paz y sólo la recupero si, amparado y protegido en Ti, Señor, dejo entrar la humildad y la mansedumbre.
Es entonces cuando experimento el gozo de sentirme en paz, y cuando comprendo que sólo en Ti puedo encontrar el descanso y la paz que tanto buscamos inútilmente en las cosas caducas de este mundo. Sí, Señor, Tú eres mi alivio, mi descanso y mi paz.
Por eso, desde estas humildes líneas, aprovecho para pedirte la sabiduría de sabernos invitados a descansar en Ti. Y junto a todos los blogueros y no blogueros, agradecertela, porque sin Tí no sabríamos a dónde ir ni en dónde descansar.
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