Quizás la mayor dificultad estribe en aceptar el perdón que ser perdonado. Mira, la locura de amor del Señor es tanta que, enviado por el Padre, y aceptada libremente por Él, se entrega totalmente hasta el extremo de dar su propia vida. Una prueba de Amor de estas características supone el perdón, gratuito, asegurado y garantizado. Dependerá más de ti que de la Misericordia del Señor.
El Padre lo ha dado todo. Ha entregado a su Hijo predilecto a una muerte de Cruz para salvarte a ti y a mí. No se puede dar más. ¿O crees que hay algo más? ¡Pues sí, lo hay! A pesar de esa locura de entrega, se queda esperándote pacientemente. ¡Es el escándalo del Amor! Abofeteado, despreciado, mal tratado, injuriado, martirizado y encarnizado, no te recrimina ni te excluye. Es más, ¡te perdona! No se entiende ni se puede entender por nosotros mismos, pues de poder, nuestra actitud sería otra.
Por eso, Señor, dame la Gracia de entender y aceptar tu perdón. Tu perdón ofrecido gratuito, inmerecido por mi parte, y pacientemente cargado de Amor. Ilumina mi corazón para entender que Tú me Amas tal y como soy. Sabías de mí, y sabes también que puedo cambiar si me dejo guiar por Ti.
Señor, quiero abandonarme y darte mi torpe y atribulada mano para que seas Tú quien guíes mi vida. Como María Magdalena me pierdo y no te encuentro, y sólo se me ocurre llorar y compadecerme de mi desgracia. Regalarme tu presencia y enciende en mí la esperanza de saberme perdonado y en actitud de esforzarme en no volver a pecar. Gracias Señor.
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