Se hace difícil entender como han podido condenarte a muerte en la Cruz. Después de pasar tres años haciendo el bien y sanando a toda persona enferma e incluso resucitando a muertos, no se puede entender cómo te han rechazado e ignorado dándote una muerte de cruz.
Supongo cuanta algarabía se produciría hoy en Arrecife si pasearas por las calles haciendo esos prodigios. Sin embargo, me quedo perplejo como esa admiración no se ve correspondida en el seguimiento y en la fe. Es difícil de digerir ese comportamiento, pero es la realidad que vivimos.
De cualquier forma hoy ocurre lo mismo. Los indiferentes no quieren cambiar. Se sienten muy cómodos tal y como están y les gusta permanecer así. Cualquier novedad o rumor que les descubra y les incomode invitándoles a cambiar su estilo de vida, les supone un esfuerzo al que no están comprometidos aceptar. Tener fe supone cambio de vida y actitudes, y eso siempre molesta e incómoda. Por lo tanto, apetece permanecer instalados entre los ajos y las cebollas y no emprender cambios a la aventura y el riesgo.
Muévenos Señor al ritmo de tu Espíritu y sácanos de la pereza y la instalación de la tierra de Egipto. Danos ligereza en el caminar y suavidad en nuestra carga, que a pesar de ser carga, no sea lo suficiente pesada para no poder transportarla a tierra de salvación. Pero sobre todo, aumenta nuestra fe y danos la sabiduría de depositar en Ti toda nuestra confianza.
Abre mi corazón a la Verdad, Señor, y danos la fe de saber que Tú puedes, en cualquier momento, salvar nuestra vida como hiciste con la hija de ese magistrado o con la mujer hemorroisa. Y no permitas que mis dudas ahoguen mi fe, sino todo lo contrario, que se fortalezca y descanse en tu Amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario