Sin darnos cuenta, porque entonces seríamos idiotas, caminamos en busca del gozo y la felicidad por caminos contrario al verdadero. Porque, quieras o no, sólo hay un camino para encontrar el verdadero Tesoro y ese se esconde dentro de nuestro corazón, que nos empuja a buscarlo en la felicidad, el gozo y la eternidad.
Ese camino lo conocía muy bien Marta, que recurrió a Jesús para que resucitara a su hermano Lázaro. Sabía muy bien que la fuente de la Resurrección y la Vida estaba en Jesús, el Hijo de Dios Vivo. Si bien es verdad que la resurrección de Lázaro no fue la eterna sino un testimonio que sirviera para Gloria de Dios en su Hijo Jesús y para conversión de muchos que tuvieron la hermosa posibilidad en su vida de comprobarlo y creer.
Hoy, nosotros, no tenemos menos, porque gozamos de su Palabra de cada día y del testimonio de los apóstoles y amigos de Jesús, tal es el caso de las hermanas Marta y María, que pidieron a Jesús el milagro de la resurrección de su hermano. Y, más aun, su presencia, bajo las especie de pan y vino, real y viva en el Sagrario y celebración de cada Eucaristía, donde puedes acercarte, presentarte cara a cara con Él y tomar fuerza alimentándote de su Cuerpo y Sangre.
Gracias, Señor, por tu Alimento y tu presencia; gracias, Señor, por la vida de cada día y por la Vida eterna en gozo y felicidad prometida junto al Padre. Gracias, Señor, por la fe y por darnos la posibilidad de pedirte que nos la conserves, fortalezcas, aumentes e ilumines para vivirla cada día más según tu Palabra. Amén.
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