Nadie ha quedado desheredado, porque los que están huerfanos y excluidos también tienen escondido en lo más profundo de sus corazones la herencia de ser hijos de Dios y el tesoro de compartir su Gloria con Él, por los méritos de su Hijo Jesús.
La cuestión es descubrirlo y buscarlo porque no hay dicha mayor que encontrar el Tesoro escondido. Un Tesoro que colma todas nuestras aspiraciones y nos da la Felicidad y la Vida eterna. Sin embargo, no debemos perder de vista que buscarlo solo es misión harto difícil e imposible para nosotros, por lo que tenemos que dejarnos asistir y guiar por la acción del Espíritu Santo.
En Él y por Él descubriremos el Tesoro que esconde nuestro corazón y, una vez encontrado, dejaremos todos los demás tesoro que, siendo en apariencias hermosos, son simplemente caduco, falsos y vacíos, porque no esconden sino perdición y sin sentido. Ocurre que somos proclives a dejarnos engañar por lo fácil que no nos exige esfuerzo. Preferimos la puerta ancha y tememos pasar por la estrecha. Pero es, ciertamente la estrecha, la que nos conviene y nos señala la ruta donde se encuentra el verdadero Tesoro.
Te pedimos, Señor, que nos llenes de sabiduría y fortaleza para que, asistidos por el Espíritu Santo, sepamos en todo momento seguir los impulsos y acciones del Espíritu para encontrar ese Tesoro que Tú, Señor, nos ofrece de parte de tu Padre.
Y, sobre todo, Señor, saber conocerlo y valorarlo, porque ocurre que lo tenemos dentro de nosotros mismos y se nos escapa a nuestra vista. Buscamos afuera lo que está dentro de nuestro corazón. Amén
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