En muchos momentos de tu camino has pensado parar, parar y dejar de caminar. De caminar en el sentido y dirección que ibas, y optar, al menos lo deseas, por tomar un rumbo diferente y sin mediaciones. Te preguntas quién eres, y te respondes que quieres ser. Y piensas que ser tú es seguir según tus apetencias y deseos. Te pareces que has estado manejado/a y crees que ha llegado la hora de caminar por ti mismo.
Hay muchas personas que se sienten utilizadas y manejadas. Son aquellos que piensan que seguir a Jesús es un camino de cumplimientos, normas y preceptos. Y, ¡claro!, se sienten dirigidos y controlados. E incluso llegan a pensar que no son ellos mismos. No hace mucho se lo oí comentar a una persona en un programa de la tele. Se hace necesario aclarar criterios y formarse para entender el verdadero sentido de libertad.
Cuando tú buscas el bien, y el bien nace en el amor, entregado gratuito, libre y como servicio, te sientes libre a pesar de las renuncias y sacrificios que haces, porque sólo buscas el bien de la persona amada. Así te ama Jesús. El Señor busca nuestro bien, y nos ama hasta la locura de dar su Vida por nosotros.
Cuando somos capaces de descubrir ese Amor, nace en nosotros un deseo de corresponderle de la misma forma. Es decir, gratuitamente, libremente y por amor. Es descubrir ese Tesoro aludido en el Evangelio del domingo que, encontrado, vendemos todo para comprarlo. Y lo haces libremente y gozosamente, porque sentirte amado y amar es la única Verdad de tu vida. Y la Verdad te hará libre. Entonces tu vida hecha levadura, aunque pequeña y pobre, fermentará la masa de la vida que te ha tocado vivir.
Pidamos al Señor que nuestra vida sea esa levadura invisible que, siendo pequeña e invisible, fermente la masa de nuestro ambiente y de nuestro entorno. Amén.
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