Experimento que cada día me cuesta más rezar. Mi oración se vuelve más pesada, más rutinaria y más torpe. Llego a preguntarme si realmente sé orar, o, al menos lo hago bien. Mi conclusión es negativa. Creo que no sé orar y que mis oraciones son malas. Eso no significa que mis intenciones sean buenas, pero, mi disponibilidad, ¿es total? ¿Es mi Dios mi primera opción o hay condicionantes?
Sin lugar a duda, las hay. Creo que si Dios me hablara como hizo a María y José, no respondería como hicieron ellos. Ahora mismo mi fe es débil y no experimento que le dijera: "Hágase tu Voluntad". No me da miedo decirlo y confesarlo. A Dios no se le puede engañar, Primero, porque, sé, Señor, que Tú lo sabes; segundo, porque, solo reconociendo mis pecados puedo depositarlos en tus Manos Misericordiosas para que sean purificados y limpiados.
A veces pienso que, quizás, esa debilidad me conviene, porque, gracias a ella, me sostengo en la esperanza de tu Misericordia y en la lucha de cada día por ser un poco mejor. Sé que Tú me conoces y me amas tal y como soy, y buscas mi salvación. Por tanto, perseverar en esa esperanza me fortalece aguardando ese día que tu decidas cambiar mi corazón viejo y endurecido por un corazón nuevo y renovado en tu Amor. Por eso y en eso, continúo detrás de Ti.