Todos queremos más y cuando se nos presenta la oportunidad atesoramos dinero y bienes, e incluso víveres para reforzar nuestra seguridad. Es algo que con esta pandemia hemos incluso experimentado. Sin embargo, esa actitud de guardar y atesorar descubre en cada uno de nosotros cierto aislamiento y cerrazón a compartir. Y nos resistimos a salir de nuestro cascaron. Pensar en las necesidades de los demás nos cuesta y nos interpela al mismo tiempo.
La actitud de Jesús hoy, en el marco de preocuparse por todos aquellos que, posiblemente le han seguido por intereses materiales de salud, nos mueve a hacer otro tanto también nosotros. Quizás nos movemos por el pan material y es eso lo que nos interesa, pero, es por ahí por donde empieza la llamada y la evangelización, quitar el hambre y la sed física para luego ofrecer el alimento verdadero que quita la sed y el hambre para siempre. Esa agua viva que salta a la Vida Eterna.
Por eso, Señor, desde este rincón te pedimos estar abiertos y disponibles a compartir nuestras capacidades y bienes, tanto intelectuales como físicos, con todos aquellos que los pueden necesitar y darle buen uso. No se trata de derramar sino de aprovechar y darle un uso útil a todo aquello que tenemos y podemos poner al servicio de los más necesitados. Danos, Señor, esa Gracia y esa actitud de compartir nuestro alimento material y espiritual. Amén.
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