HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS.
No es fácil ser coherente y ajustar tu vida y tu palabra. A veces nos vemos imposibilitados de vivir según como pensamos y, quizás sin querer, damos mal ejemplo. Posiblemente no sepamos qué decir o cómo decirlo y callamos incumpliendo nuestra palabra. Resulta difícil llevar bien enlazadas la palabra y la vida.
Pero, lo verdaderamente importante es no desajustar la verdad entre ellas. Es decir, que lo que digas sea bien intencionado y con la actitud y el esfuerzo de ir bien ajustada la una a la otra. Vida y palabra deben estar muy identificadas y exigirse la una a la otra para marcar el ritmo y mismo paso. Porque, desajustadas darán mal imagen y desajustaran la vida de otros.
Podemos ser responsable de muchas desviaciones de otras vidas si vivimos de forma ligera y sin el compromiso y el esfuerzo de ajustar nuestras vidas a nuestras palabras. La hipocresía, que se produce cuando la palabra toma otro camino diferente a los actos de nuestra vida, es venenosa y hace mucho daño. Las apariencias nos engañan y nos presionan. Queremos quedar bien y, ante nuestras limitaciones y pecados, aparentamos. Es decir, mentimos.
Debemos cuidarnos de esa clase de levadura. Es de muy mala calidad y todo lo que contagia y fermenta lo estropea. Procuremos, a pesar de las dificultades, ser sinceros y mostrarnos como somos. Porque, todo se sabrá, y tus pecados y los míos también. Luego, de nada me sirve presentarme aquí como un gran creyente y luego ser un crápula y humilde pecador. Y eso es lo que soy, al menos yo. Un pobre y miserable pecador que, sólo por la Gracia de Dios, trata ahora de encauzar su vida y morir al hombre viejo que tantas cosas mal y malas ha hecho.
No temamos a los de aquí abajo, que sólo pueden matar nuestro cuerpo, que al final resucitará en el Señor. Temamos en vivir en la hipocresía y ser, por el Juez Divino, el único que puede cerrarnos las puertas de la eternidad plena y gozosa, condenándonos a la muerte eterna. Danos, Señor, ese santo temor que nos dé fuerza para vivir en la verdad y el amor. Amén.