Sin darnos cuenta llegamos a confundir nuestra vida de piedad con la vida auténtica cristiana. Llegamos incluso a pensar que seguir a Jesús consiste en oraciones, novenas y actos de piedad. Hoy, el Evangelio, una vez más nos advierte y nos aclara que seguir a Jesús, tal y como decíamos días anteriores, no consiste en hacer muchas obras buenas ni grandes oraciones, novenas y actos de piedad, sino vivir la Palabra de Dios en el entorno de tu vida, tanto pública como privada, en espíritu y verdad.
Se trata de ser y no parecer. Es verdad que no solo es ser, también hay que parecer, pero, parecer sin, realmente ser, es hipocresía. Y ya sabemos lo que dice Jesús al respecto: « ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña y codicia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!».
La oración y todos nuestros actos de piedad son muy necesarios y vitales para alimentar nuestra alma, fortalecerla y vigorizarla con el fin de vivir en la verdad y no en las apariencias. Por eso, Señor, conscientes de nuestra pobreza e inclinación a aparentar lo que no somos, danos la voluntad y la sabiduría de saber vivir en verdad y espíritu tanto en la presencia de los demás como en la más intimidad personal de nuestra vida. Amén.
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