Muchos me hablan, Señor, de Ti. Y, muchos quieren presentarme a Ti, y, por supuesto, llevarme a tu presencia. Sin embargo, yo no les escucho ni doy importancia a tu Persona. Me niego a conocerte, posiblemente porque no valoro tus Palabras ni tus promesas. No creo en ellas y considero mejor las mías y, por supuesto, mis proyectos.
Percibo y valoro más las cosas que el mundo me ofrece hasta el punto de sentirme seducido por el mismo. Sin embargo, debo confesarlo, experimento un vacío y una sensación de insatisfacción y un sentimiento de como volver a empezar de nuevo.
Esa felicidad que percibo y que creo tocar con los placeres y seducciones de este mundo, se esfuma y como si de espejismos se tratara, desaparecen de la misma forma que aparecen. La realidad es que siempre me encuentro en el mismo sitio como si de volver a empezar se tratara.
Y, es verdad, mi corazón anhela encontrar esa felicidad plena. Te busco, Señor, con el deseo de que seas Tú, esa felicidad anhelada y buscada en tu mirada dulce, amorosa y misericordiosa. Señor, haz que esa mirada se sostenga eternamente dentro de mi pobre corazón. Cada instante de mi vida voy experimentando que, junto a Ti, experimento, valga la redundancia, esa felicidad de gozo, serenidad y paz que llena plenamente mi corazón. Todo lo demás - que el mundo ofrece - se desvanece de la misma forma que aparece.
Tú, Señor, eres el agua Viva que salta hasta la Vida Eterna. Danos, Señor de esa agua para no volver a tener sed de este mundo obsoleto, vacío y caduco. Amén.
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