El demonio te envalentona y, como la zorra al cuervo, adula y te exalta hasta hacerte creer que tú puedes con tus solas fuerzas enfrentarte al mundo. Te hace ver que tus fuerzas y voluntad te bastan para conseguir el equilibrio de tu propia libertad y dirigir tu propia vida. Y, a la experiencia me remito, cuando crees que lo puedes conseguir te llega el batacazo. Estos momentos de pandemia que sufrimos pueden ayudarnos a darnos cuenta de nuestra fragilidad.
Es fácil pensar que mis obras son las que me salvan y, posiblemente me afane en hacer obras buenas. Y eso no está nada mal, al contrario, muy bien, pero si esas obras no están descargadas, apoyadas y realizadas desde y por Cristo, la Roca que nos sostiene a flote, no sirven para nada. Nuestro trabajo y esfuerzo es vano. Si el Señor no construye la casa en vano... - salmo 126 -.
Nos salvamos por la Gracia y la Misericordia de nuestro Padre Dios y no por nuestros méritos. Por tanto, vivamos en constante oración y contacto con el Señor que nos ha prometido la victoria si estamos unidos a Él. Con Dios todo es posible para el hombre.
Si, Padre, contigo estoy seguro que puedo vencer a toda tentación y seducción con las que este mundo, demonio y carne quieren derrumbarme y apartarme de Ti. Dame, Padre mío, la Gracia y fortaleza para sostenerme firme, erguido y fiel a tu Palabra. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario