Hay momentos que experimentamos soledad y hasta nos sentimos abandonados, sin apoyos donde asirnos para levantarnos y emprender el camino. El mundo se nos oscurece y el camino se nos hace pequeño, agobiante y rutinario. Y desesperamos, porque no encontramos un apóstol, sacerdote, en quien refugiarnos o apoyarnos.
Posiblemente tengamos los ojos cerrados, o tapados con una venda. No es el sacerdote el médico que nos puede curar, sin desmerecer su necesidad y su valía, sino Jesús, el único Médico, el Hijo de Dios Vivo. Jesús es nuestro único y verdadero apoyo que nos salva y nos sostiene. Él está en todas partes y nos atiende y acompaña, y suple todas nuestras necesidades y carencias con su Amor incondicional.
Él es nuestro Señor y salvador. Por eso, serenos y en paz, acudamos a Él en todo momento. No corramos ni nos atropellemos. Jesús en su Espíritu está en todas partes solicito y disponible para escucharnos, hablarnos y darnos soluciones a nuestros problemas y necesidades. Quizás no sean las que nosotros buscamos o queremos, pero serán, con toda seguridad, las que mejor nos viene para nuestra verdadera salvación.
Serenos y en paz, busquemos al Señor en la esperanza de sabernos escuchados, atendidos y salvados por su Infinito Amor y Misericordia. Amén.
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