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Evangelio (Lc 20,27-40 |
En las catequesis prebautismales empiezo siempre planteando tres deseos que están inscritos en nuestro corazón: a) el deseo de ser feliz; b) el deseo de eternidad; y el deseo de hacer el bien porque experimentamos, cuando lo hacemos, que realmente somos felices.
Desde ese denominador común a todos los hombres de la tierra arranca mi exposición y mi catequesis. Porque esos deseos no nos han sido dado por nuestros padres. Ellos no lo han podido poner. Y si eso es así, Alguien lo habrá tenido que poner.
Si hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios (Amor, Eternidad y Bondad infinita), esa es la prueba de que somos sus hijos, pues nuestro ADN espiritual está compuesto de deseos de ser feliz, de ser eterno y de amar. Eso es lo que buscamos.
Pero ocurre que solos no podemos ni sabemos buscarlos. Es por eso por lo que le pedimos al Padre Dios que nos ilumine el camino, que nos guíe en la oscuridad de nuestros pecados y nos de la sabiduría para encontrar esas respuestas que buscamos. Amén.
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