No permitas, Señor, que caiga en la tentación de creerme lo suficiente sabio, fuerte y capaz de ser bueno sin tu Gracia. Porque la tentación siempre está ahí. Sin darme cuenta trato de evangelizar mirándome yo, cuando evangelizar es presentarte a Ti, Señor, y ausentarme yo. Eso fue precisamente lo que hizo Juan el Bautista.
Dame la sabiduría y la humildad de presentarte a Ti y tratar de poner al hombre frente a Ti. El Espíritu Santo será el encargado de hacer el resto del trabajo. Como hizo Juan, desapareció cuando entraste Tú, Señor, en escena. Yo también, Señor, quiero desaparecer cuando te haces Tú presente. Evangeliza Señor y sirvete, porque así los has querido, de mi inútil y pecadora persona. Tu Gracia lo puede todo.
Yo, simplemente quiero estar a tu servicios y abrir mi corazón a tu Gracia santificadora. Pon, Señor, las palabras precisas que Tú quieres que digas, y la inteligencia en los que las oyen para que se abran a tu Verdad y Amor. Por eso te necesito, Señor, y necesito tu Gracia y la acción del Espíritu Santo.
A pesar de mis pecados, debilidades e impotencia, quiero abandonarme a tu Gracia y abrirme para que tu Amor me modele según tu Voluntad. Haz de mí, Señor, como a Simón y Andrés, a Santiago y Juan, discípulo tuyo, y dame la capacidad y sabiduría que Tú quieres que tenga. Amén.
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