Me resisto Señor a tu llamada, y me resisto porque experimento que mi entrega no es la que yo quisiera. No es la que a mí me gustaría que fuese. Hay momentos de dudas, de cobardía, de deseos de abandono, de desánimos, de condiciones...etc. Sin embargo, también todas esas experiencias me hablan de mis miserias y limitaciones y de la necesidad de misericordia, Señor.
No quiero alejarme de Ti, Dios mío, a pesar de los peligros que el mundo me tiende. Muchos nacen dentro de mí, y otros están esperándome afuera. La tentación es el arma que el Maligno tiene siempre preparada y que usa con gran eficacia. Por eso, Señor, necesito vivir muy cerca de Ti, y permanecer junto a Ti.
Entiendo, ahora, por qué te quedaste con nosotros en la Eucaristía y por qué te haces presente en cada sacramento. Entiendo ahora por qué nos has enviado a Paráclito, el Espíritu Santo, para que nos asista, nos acompañe y nos fortalezca y defienda contra las amenazas y peligros del mundo y del Maligno.
Necesito, Señor, permanecer en Ti y estar a tu lado frecuentándote y alimentándome en la Eucaristía de tu Cuerpo y tu Sangre. Dialogando contigo permanentemente en la oración personal, Eucarística, pero sobre todo en la Penitencia, donde me perdonas todas mis miserias, mis fracasos, mis pecados. Necesito estar y verme con mis compañeros de comunidad y compartir mi fe en Ti con ellos.
Y, sobre todo, vivir en tu Amor como centro de mi vida, y vivir el amor entre mis hermanos de fe y los hermanos que, alejados de Ti, te rechazan o no te conocen. Danos la sabiduría de proclamarte con nuestras vidas y palabras. Amén.
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