Detrás de nuestras justificaciones se esconden nuestras apetencias y apegos. No te extrañe, como me sucede a mí, que tras la defensa de tus descompromisos se esconden tus comodidades, tus apegos y tus intereses de apetencias. Posiblemente, tú no los veas, ni te des cuenta de tu propio auto engaño, pero cuando se hace la luz y puedes mirarte interiormente, descubres tu propio auto engaño.
Nunca podrás decidir mientras no seas tú mismo. Es decir, mientras no seas libre. Supongo que Natanael y Felipe hicieron ese esfuerzo. Que quizás no fue inmediato, pero tuvo que llegar. Porque seguir a Jesús exige dejar todo lo demás. Creo que la diferencia está en que ellos le siguieron e intimaron con Él. ¿Hacemos nosotros eso?
Posiblemente esa sea la razón. La libertad no lo podemos buscar en nuestra voluntad y esfuerzo. La libertad tenemos que pedírsela al Señor y buscarla en Él. Porque en la medida que nos vayamos identificando con Él, nuestro yo se irá liberando de todo lo demás. ¿Es que no lo notas?
El camino de la libertad es la oración y el diálogo intimo, diario, constante y comprometido con el Señor. El camino de la libertad es, confiado en su Palabra, ponerte en Manos del Espíritu Santo. Experimentarás que, sin darte cuenta, serás cada vez más libre, porque la Vida de la Gracia se acomodará en tu corazón y echará todos los apegos y apetencias egoístas que te someten y dominan.
¡Oh Señor, danos la humildad de reconocerte, como Natanael, verdadero Hijo de Dios y Rey de Israel!, y de, abandonados en Ti, dejarnos dirigir por la Acción del Espíritu Santo. Amén.
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