Quizás no me llame de forma directa, sino que camina a mi lado y se deja ver, pero si yo no estoy en actitud expectante como Andrés, Juan o Simón, quizás no me doy cuenta y pasa el Señor de largo. Ocurre también que la Iglesia, al igual que Juan el Bautista, me señala al Mesías, pero vuelvo a lo mismo: no escucho, no estoy atento y no me entero.
Hay muchas maneras de llamarme a la atención de la venida del Señor a mi vida. Venida de salvación, pero se necesita estar atentos, expectantes y deseosos de encontrarlo. Porque Él es la única salvación de mi vida. Jesús viene a cada instante. Pasa delante de ti y se hace el encontradizo, pero necesita tu seguimiento, tu pregunta y tu interés por conocerlo. Somos libres y no se nos puede obligar.
A veces son los tropiezos de la vida los que te ponen en aviso; otras veces sucede que es el cansancio de experimentar que las cosas de aquí abajo no te llenan plenamente, y otras la impotencia de tus propias limitaciones. Sin embargo, es una gracia darte cuenta de todo ello, porque eso significa que estás vivo y tienes la oportunidad de levantar tu mirada al Señor.
Lo peligroso es que se te acabe el tiempo y no te hayas dado cuenta; lo peligros es que se te acabe el aceite y cuando vayas a reponerlo ya no haya tiempo. Será muy importante aprovecharlo y estar atento a sus llamadas, porque seguro es que nos llama.
Pidamosle al Señor que nos abra los oídos y nos agudice la vista para que advirtamos su presencia y sepamos responderle. Amén.
Lo peligroso es que se te acabe el tiempo y no te hayas dado cuenta; lo peligros es que se te acabe el aceite y cuando vayas a reponerlo ya no haya tiempo. Será muy importante aprovecharlo y estar atento a sus llamadas, porque seguro es que nos llama.
Pidamosle al Señor que nos abra los oídos y nos agudice la vista para que advirtamos su presencia y sepamos responderle. Amén.
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