Saber la medida de nuestras fuerzas no es fácil. Y no me refiero solamente a las capacidades físicas, sino también a las mentales o intelectuales. Muchas veces nuestro cansancio no es físico o corporal, sino mental o intelectual. En muchas ocasiones nos experimentamos más agotados mentalmente que corporalmente. De ahí que nos cueste más estudiar que hacer algún trabajo manual.
Por eso, en esta humilde reflexión te pido, Señor, que me des la paz que nace de saberse tranquilo, sereno y conforme en conciencia de haber cumplido con tu Voluntad. No la mía, sino la Tuya, porque será esa la que me dará la verdadera paz y gozo de sentirme sereno, tranquilo y alegra. Incluso en los momentos de dolor o sufrimiento. Porque es más importante el descanso del alma que el del cuerpo.
Y, también te pido, Señor, que me renueves cada día dándome la sabiduría, la paciencia y la fortaleza para no desfallecer, y para encontrar en tu Palabra el consuelo, la paz y la fuerza del descanso y renovación que me auxilien e impulsen a continuar el camino. Y no pensando en mí, sino fundamentalmente en el bien de los demás, a aquellos que puedan llegar mi esfuerzo y trabajo.
Pero, sobre todo, bien que significa tratar de llevarlos a tu presencia, Señor, para que te descubran y te vean, y, sobre todo te conozcan. Porque, sólo Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida. Es ahí donde se apoya nuestro descanso, porque sólo en la experiencia de sabernos que hemos cumplido nuestra misión, tal es la de llevar tu Palabra y tu Mensaje de la buena Noticia de Salvación a los demás, descanseremos gozosos en Ti.
En esa confianza y alegría, conscientes de que la tarea es ingente y dura, pero conocedores que no vamos solos y que tenemos la Fuerza y la Gracia del Espíritu Santo, descansamos en Ti, Señor, esperanzado en tu Amor y Misericordia. Amén.
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