No quiero oír nada más. No necesito pruebas. Confieso que en una época deseaba escuchar lo que otros hablaban de Ti. Estaba ansioso por corroborar lo quería pensar de Ti y oírlo en boca de otros. Buscaba testimonios, pruebas y afirmaciones que me confirmaran mis propios pensamientos. Pero, eso ya parece haberse acabado. Tú, Señor, me bastas.
Y te doy las gracias por ese regalo tuyo. Gracias por responder a mis peticiones sobre la fe. Sé y comprendo que todo mi camino será una lucha, pero se me antoja que será de otra manera. Ya no me importa escuchar a otros. Ya creo, como aquella samaritana -Jn 4, 5-42- por mí mismo y porque presiento que Tú estás presente en mi vida.
Te doy gracias, Señor, porque fortaleces mi fe y me alientas a seguir adelante. Eso no supone que no tenga dudas, problemas e interrogantes. Todos los tenemos, pero, son de otra manera, y hasta cierto punto necesario, porque esas dudas o incertidumbre nos exigen y nos ayudan a seguir confiando en tu Palabra y a fiarnos de Ti en cada instante y cada paso de nuestras vidas.
Sí, Señor, yo quiero y estoy decidido a ser de tus ovejas. Quiero formar parte de tu rebaño y pedirte que me aceptes. Eres Tú mi Señor, mi buen Pastor, y en tu presencia me siento protegido y seguro. Eso no significa que aparezca el miedo, la zozobra, la tempestad y los problemas, pero se ven de otra manera, se asumen de otra forma y nunca se pierde la esperanza. Porque, sabemos que esa es la Cruz, esa cruz, la particular nuestra, que también tendremos que cargar cada uno, pero que contigo, Señor, se lleva de otra manera y hasta se hace más ligera y suave.
Por eso, Señor, reitero mis deseos de gratitud y no me canso de darte las gracias, de alabarte y adorarte. E insisto en pedirte que aumentes y fortalezca mi fe para que mi seguimiento sea cada día más firme, más solido, más conscientes y más compartido con todos los que te siguen. Amén.
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