A veces quedamos deslumbrados por las maravillas que nos ofrece el mundo y hasta nos sentimos felices y con deseos de vivir. Pero eso no puede hacernos olvidar a los que sufren, no sólo por enfermedad sino por el egoísmos de otros que los someten y esclavizan. Hay muchas víctimas, sobre todo los niños, que tienen que huir de sus lugares de origen porque otros los expulsan y los amenazan de muerte.
Este mundo, incluso para los que se lo prometen bien y tienen abundancia de todo, no es la respuesta a lo que vive dentro de nosotros. Nuestro corazón busca, desea y anhela una felicidad que sobrepasa la que este mundo nos puede dar. Una felicidad que se no queda en las cosas que ven nuestros ojos y experimentan nuestros sentidos, sino que está por encima de todo lo que alcanzan a ver nuestros ojos y degustar nuestros sentidos.
El hombre busca la Vida Eterna. Una Vida Eterna en plenitud, y esa el mundo no te la puede dar. Solamente Jesús, que te lo anuncia hoy en el Evangelio puede dártela. Y te la ofrece. Él es el Pan bajado del Cielo y se te da para que, comiendo de Él puedas alcanzar esa Vida Eterna que tanto deseas. Por eso, aprovechamos este rincón de oración para, uniéndonos a otros hermanos, unir, valga la redundancia, nuestras oraciones y elevar al Padre nuestra gratitud por el envío del Hijo, Pan de Vida Eterna, que, por sus méritos de su Pasión y Muerte en la Cruz, ha rescatado para todos nosotros esa Vida Eterna que el Padre quiere compartir en su Gloria con cada uno de los que creen en el Hijo.
Danos, Señor, esa paciencia, esa paz y esperanza de sostenernos siempre en la fe por medio y gracias a los méritos de tu Hijo Jesús. Danos esa fortaleza y sabiduría para no desfallecer y, a pesar de las dificultades, los espejismos que el mundo nos presenta y toda clase de tentaciones y apetencias, permanecer fieles, perseverantes y firmes en la fe y confianza en tu Hijo, Jesús, nuestro Señor. Amén.
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