Posiblemente, ahora tú seas alguien que goza de una buena situación, y, al contemplarte gozoso y feliz en tu situación, viene a tus recuerdos los años difíciles de trabajo, de riesgos y de fe en tu camino y esfuerzo para lograr ese bienestar y gozosa situación en la que te encuentras bien. De ese camino que has recorrido puedes sacar algunas conclusiones que pueden ayudarte ahora para acoger esa Palabra de Dios que los apóstoles, enviados por Jesús, te proclaman.
En primer lugar, puedes concluir que en aquellos momentos de tu vida tuviste fe en ti mismo, y arriésgaste todo tu esfuerzo y, quizás, lo que tenías, económicamente hablando, y hasta tu vida. Hoy, esa fe y ese riego lo ves compensado con esa buena y cómoda situación que vives. Pues bien, Jesús te propone un camino mucho mejor. Un camino que puede presentar obstáculos, dificultades, sufrimientos y peligros, pero la meta es incomparable, es ese Tesoro escondido que encontrado no tiene precio.
Se trata de la Vida Eterna en plenitud de gozo y felicidad. Es todo lo que anhela nuestro corazón y algo tan grande que nuestra imaginación no puede imaginar, valga la redundancia, ni comprender. Es algo que no hemos llegado a experimentar ni podemos entender. Por eso la necesidad de anunciarlo a todo el mundo y por lo que Jesús envía a los apóstoles. Pero, no es un anuncio que se impone, que se anuncia con fuerza y poder y que se exige ser aceptado. Todo lo contrario.
Es una Buena Noticia que se regala gratuitamente, que se propone, que se da humildemente y que se ofrece con verdadero amor. Y se hace porque se sabe que es lo que el hombre, aún sin saberlo, es lo que busca y desea. Yo, Señor, quiero que entres en mi corazón y me descubras el gozo y la alegría de saberme anunciado por los apóstoles, de ayer y de hoy, que Tú me salvas y quieres que viva siguiendo tu Palabra, camino que me lleva a la salvación eterna