Es la cuestión más importante de nuestra vida, y pasa delante de nosotros indiferente. Corremos al médico, nos preocupamos en caminar, hacer ejercicio y cuidarnos. Pero, ¿qué cuidamos? ¿Un cuerpo corrupto y que se pudrirá con la muerte? Porque la forma en la que lo cuidamos no garantiza nada, sino la muerte. Sabemos que envejecemos y a esperar el último día.
¿Es qué no hay más? ¿No hay ninguna otra esperanza? Pues, Jesús habla muy claro: «En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás». Aquí tienes la solución, porque no hay otra propuesta de este calibre, y lo que hay que cuidar. Ahora, lo que falta es que te lo creas. Para ello, al menos, tienes que enterarte, conocerlos y saber quien y qué dice el Padre y a quien envía, al Hijo. Ambos son fundamentales en tu vida. ¡Claro!, si quieres vivir eternamente.
Todo lo que gastes en correr, en hacer ejercicios físicos, en dietas y toda la vida buena que quieras llevar, sin dejar de ser bueno, no sirve sino para, quizás, en el mejor de los casos, alargar unos años tu vida, pero nada más. La vida eterna y en plenitud de gozo y alegría está en el Señor. Él te la ofrece, y sólo te pide que creas en su Palabra. Y no es nada difícil si te lo pones por obra, porque vas descubriendo que todo lo que te dice está escrito dentro de tu corazón y tú lo deseas.
Sin embargo, ocurre que no es fácil hacerlo. Cuesta, porque nuestra naturaleza está tocada y muy herida. Diría, gravemente herida, pero en Él y con la Gracia del Espíritu Santo, enviado para auxiliarnos, podemos salir victorioso. Pero, para ello, necesitamos perseverar en su Palabra. Y eso es lo que, humildemente, hoy, Señor, te queremos pedir.
Te suplicamos que nos des la fuerza de tu Espíritu para que no desistamos en seguirte y permanecer fieles a tu Palabra. Porque en Ella encontraremos la Luz y la Sabiduría para guiarnos y caminar hacia Ti por caminos de Verdad, de Paz y de Justicia. Amén.
2 comentarios:
Señor dame vivir de tu palabra y que en cada momento de vida viva siempre siendo una palabra tuya, gracias.
Enseguida empezamos con el rezo del Santo Rosario. Buenos días a todos y gracias por estar ahí.
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