He repetido hasta la saciedad que Tú, Señor, has Resucitado. Pero, por mucho que lo repita nunca estaré seguro de mi fe. Experimento que en muchos momentos se tambalea y se presentan dudas. Experimento mis debilidades humanas, mis apetencias y comodidades que tiran de mí y me zarandean por dentro. Mi alma se debate entre la lucha y la muerte, porque de separarme de Ti, mi Señor, me espera la muerte.
Gracias, Dios mío, porque ese criterio me ayuda a sostenerme y a luchar contra las debilidades de mi propia carne. Experimento mis flaquezas y mi pobreza. Y eso despierta en mí, ¡gracias Señor!, sed de buscarte y de pedirte ayuda. Ayuda para fortalecer y aumentar mi fe. Sí, Dios mío, aumenta mi fe para que se sostenga firme como un roca sin titubeos ni debilidades.
Aumenta mi fe en la idea firme de que Tú llegarás. En mi hora o a la hora que Tú decidas, pero, llegarás y se producirá el encuentro, el momento más emocionante que, desde ahora, espero. Dame, Señor, esa esperanza de encontrarme contigo y poder contemplarte, escucharte, mirarte y sentirme abrazado y acogido en tu Amor. Dame, Señor, sabiduría, paz y fortaleza para entregarte todo mi ser y, como Tú, partirme, repartirme y darme a todos los hermanos.
Es ahí donde puedo, ahora que no te veo, encontrarte y abrazarte. Porque en la medida que viva en esa actitud, podré, algún día, cuando Tú lo quieras, Señor, encontrarte cara a cara y poder mirarte y abrazarte directamente. Tocarte, como lo hiciste y ofreciste a tus discípulos después de tu Resurrección. Sentirte como Tomas cuando palpó tu costado y tus llagas en las manos.
Señor, aquí me tienes, fortalece mis criterios, ilumina mis pasos, apuntala mi voluntad y ponme en el camino de Galilea, para que, desde esa vivencia y referencia, yo, tu pobre y mísero siervo me esfuerce en imitar tu Camino, tu Verdad y tu Vida. Amén.
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