Es el día más grande de nuestra vida, porque en él celebramos la victoria de la Vida sobre la muerte. La muerte ha sido penetrada por la Cruz, pues en ella Jesús, Crucificado y muerto, ha Resucitado. Y eso significa que ha vencido a la muerte. Desde este momento nos ha sido revelado la Vida Eterna, porque resucitamos no para morir de nuevo, sino para vivir eternamente.
Sí, el hombre tiene un destino. No nos dejemos engañar por el mundo, que habla de viaje y no de destino. El destino del hombre es la Vida Eterna. Esa Vida con Mayúscula que nos viene a dar gratuitamente el Hijo de Dios, nuestro Señor Jesús. Esta vida tiene sus días contados, porque su destino no es quedarse aquí. Sería el mayor peligro y la mayor debacle que le pudiera ocurrir al hombre. La misión del hombre es encontrar el único y verdadero camino que conduce a la Vida Eterna, y ese camino es precisamente Xto. Jesús, Camino, Verdad y Vida. Amén.
Pidamos esa Gracia en este gran día de Resurrección, para que también nosotros podamos reunirnos con el Señor el día de nuestra resurrección. Resurrección que nos la ha prometido el Señor si creemos en Él y si guardamos sus mandamientos. Vivamos en ese esfuerzo y en esa actitud de cada día, tratando de esforzarnos en vivir los Sacramentos, sobre todo y de manera especial los de la Penitencia y Eucaristía, con los que renovamos y lavamos nuestros cuerpos de las manchas del pecado.
El Señor ha Resucitado y eso nos llena e inunda de alegría y de esperanza. Porque también nosotros resucitaremos en Él. Con esa esperanza y con esa fe continuamos nuestro camino y cantamos llenos de gozo y de paz el salmo 117, alabando y glorificando al Señor. Amén.
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