Sabes, Señor, mis debilidades y mis caídas; sabes de mis pecados y de mi necesidad de perdón. Porque sin tu Misericordia, Señor, ¿a dónde voy? Imposible sostenerme inmaculado, ni siquiera perseverante en esa intención inmaculada. Porque soy débil, frágil, pecador. Estoy herido y tocado por la tentación, y mi naturaleza manchada y malherida clama misericordia para sobrevivir.
Y, Tú, Señor, vienes a dármela. «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más». Estas Palabras pronunciadas por Ti, Señor, dejan bien claro que tu intención es misericordiosa. Vienes a perdonarnos y a, con tu Misericordia, a salvarnos.
Como a la mujer adultera, nos defiendes y nos salva de la condena de los demás, porque les haces ver sus pecados y sus limitaciones. ¿Cómo juzgar a los demás cuando mi corazón está herido por mis propios pecados? Y, salvado de los demás, Tú, Señor, único Juez que juzga, me perdonas y me das la paz. Eso sí, sin antes aconsejarme que no peque más.
Danos, Señor, esa fuerza y voluntad para saber apartarnos de las tentaciones que este mundo nos presenta, y, alejados de ellas, sostenernos y perseverar en tu Voluntad. Danos la Gracia de superar y vencer nuestra ambición, vanidad y egoísmo que nos debilitan y nos inclinan al desamor y al egoísmo. Danos, Señor, un corazón contrito y dolido de los pecados, que nos mueva a la contrición y al compromiso de no volver a pecar. Porque esa es tu Voluntad.
Se lo has dicho a la mujer adultera y a todos los que has defendido y curados, y me lo dices a mí también. Señor, eso quiero también yo, no volver a pecar. Esa es mi intención y eso te pido, que me des la sabiduría, fortaleza y voluntad para no pecar más. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario