Te pido, Señor, que cada día que pasa de mi vida me aumentes la fe. También, te doy gracia por la vida que me has regalado y por la fe que me ha mantenido a tu lado. Confieso que no soy un buen discípulo y que muchas veces te he defraudado con mis pecados, pero si no te conociera hoy, Señor, ¿a dónde y a quién iría?
Porque, en el mundo en el que vivo no encuentro lo que busco. Y no sólo eso, sino que es un mundo falso, lleno de peligros, de injusticias, de egoísmos y de muertes. Un mundo en el que no se busca la paz, sino el poder, la riqueza, el placer y la satisfacción aunque sea a costa del otro. Un mundo de mentiras, lleno de hipocresías y de corrupción. ¿A dónde puedo ir, Señor? Sólo Tú tienes Palabra de Vida Eterna.
En mi corazón está grabada tu alianza, Señor. Una alianza que Tú has escrito y que me habla de Ti. Una alianza que me fortalece y me empuja a buscar el gozo y la felicidad eternamente y que experimento en mi humilde camino que sólo puedo encontrar en el amor. Y todo eso no está en ninguna parte y menos en el mundo. Sólo se encuentra en Ti.
Por todo ello, Señor, te pido que enciendas mi corazón y lo sostengas incandescente alejado de todo ese peligro que amenaza con apagarlo. Yo quiero confesarte que eres el Hijo de Dios, pero tengo miedo que el mundo me pueda convencer y someter con sus seducciones, a las que no puedo resistir. Por eso, Señor, acudo a Ti, para que fortalecido en el Espíritu Santo sea capaz de soportar también mi camino de cruz y, abrazado a tu Cruz, vencer las peligrosas y amenazantes tentaciones del mundo, demonio y carne.
A tus brazos, Señor, me abandono y me confío apoyado en tu Cruz, en la que Tú has entregado y padecido tu Muerte. Quiero, por tu Gracia, compartir la pequeña cruz de mi vida y ofrecerte lo poco que soy con la esperanza de encontrarme contigo en la Resurrección. Amén.
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