No importan los grupos, las comunidades y todo lo que exija limitarnos y acapararnos. Eso no significa que son verdaderamente importantes, pero, el hecho de que muchas personas no pertenezcan a ellas y vivan de una forma muy personal su vida, no significa que estén alejadas de Dios, ni mucho menos que no sean agradables a su ojos. Mucho cuidado con eso, pues ya el Señor nos ha advertido al respecto: "Muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros" - Mt 19, 30 -.
Lo único y verdaderamente importante es hacer el bien y vivir en el amor a los demás. Lo único verdaderamente importante es sentirnos personas y ver en el prójimo lo mismo, una persona quizás necesitada de escucha, de ayuda y de buen trato. Porque, siendo verdaderamente importante la comunidad y el grupo si no nos ayuda a vivir en el amor y la misericordia de nada nos sirve.
Todas nuestras oraciones nos sirven para fortalecer nuestra caridad y nuestra preocupación por el que sufre explotación, marginación, pobreza por la cultura del pecado en la que vivimos. Por la forma de entender esta vida donde es prioritaria la economía ante que las personas. Por eso, ante esta realidad y reconociendo nuestra fragilidad y nuestras debilidades, pedimos al Señor que nos fortalezca y nos haga sensibles a las realidades en las que vivimos.
Precisamente, este mes de febrero, a punto de terminar, estamos rezando por todos aquellos que padecen hambre y cualquier forma de pobreza, para que sean asistidos en las necesidades que demandan y, también, para que la riqueza sea justamente distribuida en este mundo. ¿Qué hacemos nosotros en este apartado? ¿Rezamos al menos y nos sentimos sensibilizados y preocupados? Pues, sucede que otros, que consideramos que están fuera de nuestra comunidad o grupo, lo viven con más presencia y servicio. Pidamos al Señor que nos dé esa fortaleza, sensibilidad y capacidad de servicio para ponernos y preocuparnos por todos aquellos que sufren y lo pasan, por causa de otros, mal. Amén.
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