Experimento, Señor, que hay muchas intenciones en mi corazón que no deseo y que brotan del mismo contra mi voluntad. Reconozco que a mi naturaleza humana le apetece, pero mi conciencia se resiste a aceptarla y mi voluntad a ejecutarla. Son las frecuentes tentaciones que me vienen sin poder hacer nada para impedirlo, pero desde mi voluntad y mi corazón yo las rechazos.
Por eso, Señor, pongo mi corazón en tus Manos para que Tú lo purifiques y lo fortalezca a fin de que todas sus impurezas sean limpias y sus malos pensamientos destruidos. Quiero, Señor, tener un corazón puro, bien intencionado para ver a los demás como los ves Tú, Señor, y poder apreciar la bondad de todos ellos. Sé, también, que, siendo un pecador, no puedo librarme de mis pecados sin tu Gracia, y, por eso, Dios mío, recurro a Ti.
Porque, la cuestión no se concreta en simplemente respetar la ley impresa en un papel, sino la ley sellada en lo más profundo de nuestros corazones. No se trata de respetar la vida y no matar, sino también erradicar el odio y la venganza que anida y se instala en nuestros corazones. No se trata de respetar simplemente a la mujer de tu prójimo, sino también el no desearla y apartarla de tus pensamientos. Como podemos observar, la interpretación de la ley es mucho más profunda y va más allá de lo simple escrito.
Vive en el corazón del hombre y de él salen los verdaderos pecados que pueden manchar e incumplir la ley. Pidamos al Señor que seamos realmente limpios y que nos dé un corazón puro capaz de erradicar todo aquello que nos contamina y nos hace pecar. Amén.