Me ocurre eso con mucha frecuencia. Es la fábula de la zorra y el cuervo. Apenas me lanzan elogios, apenas me creo que soy fuerte y estoy capacitado para navegar yo sólo hacia la otra orilla. Gracias que, en la travesía, el Espíritu de Dios me hace experimentar mis debilidades, mi fragilidad, mis pecados y me ilumina para darme cuenta de mi necedad e ignorancia. Perdóname Señor.
Sería el mayor disparate de mi vida tratar de saltar a la otra orilla yo sólo para ver lo que ocurre. Porque en mi aventura solitaria el Maligno me acecha y me estimulará a hacerlo y a creerme, como el cuervo con la zorra, que mi voz es una delicia y maravilla. Aprovecho, como nuestro Papa Francisco, para pedir oraciones, para que el Espíritu Santo me llene de humildad, de luz y de misericordia.
Danos, Señor, la sabiduría de sabernos necesitados de tu acompañamiento, y nunca dar el salto en nuestra humilde barca sin tu presencia, sin tu luz, sin tus consejos, sin tu asesoramiento y fortaleza. Danos, Señor, la paciencia y perseverancia de no ceder a las ofertas y deleites que el mundo nos ofrece con inteligencia y sabiendo de nuestras debilidades y apetencias.
Refuerza nuestra voluntad, Señor, para que tengamos la suficiente valentía y coraje para sostenernos con firmeza en tu seguimiento y en la vivencia de tu Palabra y cumplimiento de tu Voluntad. Danos la capacidad y el poder de mantener nuestra mirada fija hacia delante. Nunca volverla atrás, sino mano en el arado y vista firme en tu Persona y en tu seguimiento.
Porque, Tú, Señor, eres lo primero en mi vida, y necesito sostenerme firmemente en tu Palabra. Ayúdame a abrirme y dejarme dirigir por la acción de tu Espíritu, porque lo importante no es que viva yo, sino que Tú me invadas y llenes toda mi vida. Porque así quedaré contagiado de tu Amor y responderé amando yo también. Amén.
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