No es fácil ser sencillo y humilde. Quienes no reciben esa virtud o don de la sencillez y humildad les cuesta mucho doblegarse y abajarse. Por el contrario, están muy inclinados a la suficiencia, a la arrogancia y prepotencia. Y, posiblemente, estarán muy lejos de Dios. Porque, Dios es la esencia de la humildad. Se hizo hombre y vino a este mundo de la forma más humilde posible. Sin bombos ni platillos; en silencio y sin ruidos, y de forma sencilla y humilde. Su nacimiento y la situación de como se produce dejan fuera de lugar toda duda.
Podemos preguntarnos, ¿por qué quiso nacer Dios, encarnado en Naturaleza humana, de esa forma? Está claro que eligió la sencillez y la humildad, y, así, quiere que seamos todos sus hijos. Por eso ha revelado y revela su Amor y su presencia a los humildes y sencillos. Y, dicho de otra forma, la única manera de relacionarnos con Él y que nuestra oración llegue a su corazón es haciéndola y revistiéndola de verdadera y sincera sencillez y humildad.
Está claro, Señor, queremos hoy pedirte que nos transforme nuestros corazones endurecidos, soberbios y prepotentes en unos corazones humildes y sencillos. Capaces de escuchar tu Palabra y, humildemente, llevara a la vivencia de cada día de nuestra vida. Revélanos el conocimiento de tu Padre y su Amor Infinito, y danos la capacidad de perseverar en tu conocimiento, estando siempre activos y atentos a la escucha de tu Palabra.
Haz, Señor, que nuestra relación de cada día contigo sea cada vez más íntima, más confiada, más abierta y verdadera, de la misma forma que lo haces Tú con el Padre. Y el Padre Contigo. Amén.