No puedes buscar a Dios en las alturas de este mundo soberbio, poderoso y engreído, porque, Dios no se encuentra ahí. Ha venido a este mundo, pero, siendo de condición divina - Dios - no codició el ser igual a Dios sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo - Flp 2, 5-7. Asumiendo semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre.
Dios está en los hombres, pero en los hombres humildes, sencillos y, aún siendo ricos, en lo hombres capaces de despojarse de ellos mismos, para servir y amar a los demás. Dios es Amor, pero un amor comprometido hasta el punto de darse hasta el extremo. Ese es el punto a partir del que debemos reflexionar, porque, si queremos buscar a Jesús y seguirle, tendremos que buscarlo entre los humildes, los marginados y lo más pobres. Y eso no es nada fácil.
Abajarse de tu condición humana resulta muy duro y difícil de realizar. Presentarte ante los demás con verdadera humildad es contradictorio con tu propia naturaleza humana. Nos queda muy claro que a nuestra condición humana esa bajura le resulta muy difícil o casi imposible. Eso nos descubre que necesitamos la ayuda del Espíritu Santo, que para eso lo hemos recibido en nuestro bautismo.
Por eso, Señor, te pedimos que vengas a nosotros y abras nuestro corazón, aún sin permiso nuestro, y nos lo cambies para que sea como el Tuyo. Un corazón capaz de amar con verdadera humildad, sencillez y pobreza. Pon, Señor, tu Mano en nuestros corazones y transfórmanos, porque, esa es nuestra débil voluntad, la de ser como Tú y amar como Tú nos amas. Amén.
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