No hay otro camino sino el de la verdad. Todos queremos saber la verdad y en ello nos afanamos y esforzamos. Sin embargo, nadie llega al conocimiento de la verdad ni tampoco de la libertad. Porque, la verdad y la libertad están intimamente relacionados. En la medida que conozca la verdad serás libre, porque la verdad te irá haciendo libre. Por eso, quienes buscan la verdad se encontrarán, tarde o temprano, con el Señor, pues, en Él está la Verdad y la Vida, y Él, precisamente Él, es el Camino para llegar a esa Verdad.
Afortunadamente, aquellos discípulos de Emaús la encontraron en el camino. Iban derrotados, pero, algo encerraban en sus corazones que la encontraron. La prueba fue que no la esquivaron sino que penetró en sus corazones hasta incendiarlos y ponerlos a arder. Abrieron sus ojos y reconocieron al Señor. También, a nosotros nos puede ocurrir eso. Claro, se necesita que, primero, busquemos la Verdad y que sea una búsqueda sincera, abierta y dispuesta a abrirse a ella y a acogerla.
Sabemos que vivimos en la oscuridad y que estamos sometidos por el pecado. Incapaces de ver la luz te pedimos, Señor, que nos ilumine y abras nuestros oídos y ojos para escucharte y verte hasta el punto que nuestros corazones ardan de entusiasmo y alegría. Que la esperanza renazca de nuevo en nuestros corazones y que, fortalecidos por tu Amor y Resurrección, volvamos al camino de la vida para llevar y anunciar tu Resurrección. Amén.
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