Hoy se nos habla mucho de alimentos y de cuidados con respecto al cuerpo. Precisamente, en estos días de confinamiento se ha puesto más de moda, si se puede decir así, las dietas con predominio de proteínas y los ejercicios para mantener el cuerpo con buen aspecto y en buen estado. Se piensa en lo físico, porque eso es lo que se valora en este mundo y lo que importa. Sin embargo, todos conocemos el camino que el cuerpo tiene que tomar y cuál es su fin.
Pero, mi intención no es quedarme en esto, sino preguntarme, ¿no hay más aspectos aparte del físico? Y en ese supuesto, ¿no hay más caminos que el que nos lleva a la muerte? Hoy, el Evangelio, nos habla de otro alimento. Un alimento que no nos habla de las proteínas, ni de ejercicios físicos para el bien estado del cuerpo. Es un alimento espiritual que nos habla del alimento de nuestro espíritu y que nos llama y fortalece para alcanzar la Vida Eterna.
Ahora, pregunto: ¿no es eso lo que todos buscamos y queremos? ¿No es eso de lo que siempre nos ha hablado nuestro Padre Dios? ¿Dónde has estado? ¿Acaso como los discípulos de Emaús, vas derrotado sin ni siquiera saber si lo que dicen las mujeres es verdad? ¿Tampoco te importa lo que verdaderamente te importa mucho? ¿Estás dormido, manipulado, distraído, sometido, embobado y engañado? Pues, despierta, porque tienes a tu alcance el Pan de Vida Eterna.
Danos, Señor, ese Pan de Vida que nos lleva a la Vida Eterna. Es verdad que solos corremos el peligro de desconectarnos, de desmoralizarnos, de descentrarnos y de perdernos. Necesitamos compartir en medio de Ti, Señor, y comer de tu Pan de Vida Eterna, para que, injertados en el Espíritu Santo, podamos sostenernos contra la corriente del mundo y llegar hasta Ti. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario