Las mujeres están llenas de gozos y alegría. No les cabe en el corazón el regocijo y la maravilla de la que han sido testigos directos por el anuncio del ángel. Jesús ha resucitado y no pueden hacer otra cosa que salir corriendo para decírselo a los apóstoles. Y es que, ¿a quién se lo podrían decir? A nadie más que a los apóstoles, pues solo ellos podrían creerle. También, Jesús se les aparece a los apóstoles, a sus amigos, porque son los únicos que pueden creerle.
Hoy, nosotros, que tenemos noticias de muchos milagros en Lourdes, Fátima y otros lugares no aceptamos la presencia real de Dios entre nosotros. Es decir, su Resurrección. E incluso si se nos apareciera un muerto. Nos impactaría, pero con el tiempo quedaría en el olvido. Porque, de lo que se trata es de que la Palabra de Jesús cambie nuestra vida y pongamos el amor en el centro de ella. Un amor conforme al de Jesús y a como Él nos lo ha transmitido con su Vida y con sus Obras.
Pidamos, pues, que nuestra vida sea conforme al Plan de Dios y que vivamos haciendo su Voluntad. Porque, es de eso de lo que se nos pedirá cuenta, de la medida de amor que demos en nuestra vida. Y de eso es de lo que tendremos que preocuparnos y de pedir insistentemente al Señor para que seamos capaces de vivir en nuestra vida según su Voluntad y, de esa manera, transmitir de forma natural y hasta espontánea que Jesús Vive y en Él está nuestra esperanza y nuestra vida. Amén.
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