Es para no parar de saltar y sonreír a cada instante. Saberse hijo de Dios e inscrito en el libro del Cielo es descubrirse salvado y dichoso eternamente. Es posible que la travesía que nos queda en este mundo sea penosa, a veces triste y desconcertante, pero, como Job, descubriremos el verdadero rostro de Dios y su Bondad, Generosidad y Misericordia al final de nuestro camino. Y eso es lo verdaderamente importante.
Y esa debe ser nuestra alegría y gozo. Exultar de alabanzas y cantos de alegría al Señor por tenernos un lugar preparado en el Cielo. Y rogarle que nos dé un corazón tierno, suave, bueno, humilde, sencillo, comprensivo y de niño para obedecerle y necesitarle como un Padre que nos protege y nos salva por amor.
Te damos gracias, Señor, por tanta dicha que, aunque no la experimentemos, la deseamos y la buscamos en Ti. Porque confiamos en tu Palabra y en tu Misericordia, a pesar de nuestros pecados, de no sentirte, no experimentarte y de nuestras insensibilidad humana.
Pero, te damos gracias, Señor. Sí, te damos gracias y te ofrecemos nuestro empeño y voluntad para que Tú, como buen alfarero, nos modele y nos transforme. Nos abra los ojos y nos descubras tu presencia. Amén.
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