Corremos como loco por cualquier cita. No nos gusta llegar tarde, y confieso que a mí me ocurre eso. Ahora mismo estoy escribiendo esta reflexión preocupado porque tengo una cita dentro de una hora y tengo que estar preparado para no llegar tarde. Pero, ¿es que Jesús no me está esperando cuando yo me he comprometido con Él? Y si hemos convenido vernos un tiempo cada día, ¿como es posible que no me lo tomo como estas otras responsabilidades o compromisos?
Descubrimos que es cuestión de fe. Porque cuando experimentamos que Jesús vive y es nuestro Salvador y Señor, ¿cómo no vamos a cumplir con nuestra cita con Él? Además, tenemos la promesa de su propia boca que estará con nosotros cuando y donde hayan dos o más reunidos en su nombre. Nada más claro, Jesús está y se reune con nosotros cada vez que le invocamos y le citamos para hablar con Él.
Y eso fue lo que ocurrió en casa de Lázaro, Marta y María. Llegó Jesús a pasar un rato o algunos días y había que aprovecharlo. Porque Jesús es el Señor, el Mesías enviado por el Padre, el Hijo de Dios Vivo, nuestro Señor y Salvador. ¿Se puede decir y pedir más? ¡Hay alguien más importante y más grande que Él?
Si no entendemos esto es que todavía nuestra fe es incipiente. Y entenderlo no quiere decir que lo veamos claro, sino que lo cumplimos haciendo y forzando nuestra voluntad. Porque orar es tener la voluntad de gastar parte de tu tiempo con el Señor. A pesar de no apetecerte, de no experimentar ni sentir nada, de no sentir ganas o pasar el tiempo distraido. Tu voluntad, que te la ha dado Dios, está a su servicio porque tú la pones, ¿te parece poco? Eso es orar y eso lo sabe el Señor.
Ahora otra cosa es gozar, rumiar, disfrutar y complacerte en estar con el Señor. Eso corresponde a su Gracia, que te la dará cuando Él quiera y le parezca conveniente. La Gracia de la contemplación extasiada es regalo y obra del Señor, y se la podemos pedir, pero a nosotros sólo nos toca disponer de nuestra voluntad. Pidamos esa Gracia para que sumada a nuestro empeño y voluntad disfrutemos como María en la contemplación y escucha del Señor. Amén.
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