Pedir requiere perseverancia y fuerza de voluntad. Porque cuando pides y no recibes, te cansas y terminas por abandonar. Experimentamos en nuestra vida silencios, que nos parecen interminables, con respecto al Señor. Supongo que muchos de nosotros estamos cansados o, quizás algo desesperanzado con aquello que llevamos tiempo pidiéndole al Señor. Y no vemos resultados.
Nuestros hijos no se convierte ni cambian de actitud ante la fe; nuestra fe no parece que aumente; nuestro testimonio no llega a nuestros amigos o entorno; no apreciamos adelanto en nuestra forma de vivir y nos parece que siempre hacemos lo mismo. Estas y otras peticiones pueden ser algunas de las nuestras, o, si no lo son, pueden parecerse. En ellas, yo, me veo reflejado.
Y es verdad que se nos pasa por la cabeza que no lo vamos a conseguir. O que Dios no nos va a ayudar o no nos escucha. Y también, muchos se cansan y se alejan. Supongo que hay de todo. Pero una cosa es cierta. Dios nos escucha y sabe que necesitamos. Pero también espera que tú y yo confiemos en Él. Nos ha dado libertad, pero, sobre todo, voluntad para insistir y sostenernos en la fe. Y puede ser que Él espera hasta ver probada esa fe.
Miremos la vida de muchos que le han seguido y perseverado confiadamente en Él. Han aguantado en la oscuridad abandonados en sus brazos. María guardaba estas cosas, quizás incomprendidas, en su corazón y confío siempre en el Señor. Él sabe el momento y nuestra hora y se no revelará cuando sea ese momento que nosotros nunca entenderemos ni sabremos.
Nos toca ahora escucharle, sentirle y hacer su Voluntad hasta que llegue nuestro momento, que empezará cuando llegue nuestra hora. Una hora que esperamos, quizás con miedo, pero con mucha confianza y esperanza, porque nuestro Padre es Padre Misericordioso. ´Tenemos muchas razones para confiar en Él. Pidámosle que las mantengamos hasta estar en su presencia. Amén.
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